Falta de constancia, pesimismo y desgano: el desánimo se ha instalado. Es doloroso pero también puede beneficiar, al ayudarnos a contactar que quizá no tenemos la vida que queremos. De este modo nos ofrece una excusa para reconciliarnos con nosotros mismos.
Ha quedado atrás la época en que la depresión se consideraba una forma de locura, una suma de espíritus demoniacos, o en el mejor de los casos una romántica y noble causa de muerte. Sin embargo, en la actualidad su origen todavía no queda del todo claro y su diagnostico no es siempre el acertado. Pero no se puede dudar en que es una de la afecciones de mayor dimensión en la época actual: «la plaga del siglo XXI», la han llamado algunos. Información publicada en el 2009 por la Organización Mundial de la Salud lo corrobora: en el mundo hay 121 millones de deprimidos.
La melancolía se desborda.
«Tengo 20 años y lo que se dice ganas de vivir no tengo. Si fuera fácil suicidarse y alguien me asegurara que saldría bien, lo haría. Esto es una cárcel sentimental muy agobiante, necesito ayuda, necesito sentirme querida. Soy incapaz de dar y recibir cariño, ¿Qué me pasa?” … El desaliento, la pérdida de sentido de la vida y el sentido de desamor son típicos del estado anímico depresivo; este puede tener más de una causa, desde hechos concretos hasta factores biológicos, e incluso se ha llegado a hablar de personalidades depresivas. Se llama depresión endógena la que responde a las causas físicas y exógenas a la que tiene motivos emocionales.
La suma de muchas tristezas.
Se habla de una afección normal cuando el abatimiento se debe a un evento particular, como la muerte de un ser querido, la traición, la perdida del empleo. Pero se le considera un estado de animo anormal cuando la respuesta ante estos eventos es excesiva. Las crisis producen una fuerte sensación de desorientación, que nos hace sentir que perdemos el rumbo y nos dejan sin saber muy bien para donde ir o que hacer. A veces, el desencadenante ni siquiera es lago específico, si no la sumatoria de malestares sostenidos a lo largo de tiempo.
Diagnóstico del desánimo
Generalmente se habla de dos grandes tipos de este trastorno, es decir, se puede ser depresivo o se puede vivir deprimido. En el primer caso, la personalidad depresiva es la que presenta una conducta que tiende al pesimismo, y la introversión, la obsesión por el orden, la hipersensibilidad y la tenencia a vivir del pasado. En tanto la segunda se define como una forma de vivir en la monotonía, la falta contenido y la ausencia de perspectiva al futuro.
Otra mirada.
En la actualidad se ha avanzado mucho en la forma de percibir este trastorno. La gente se está permitiendo sentirse triste, experimentar estados de ánimo que antes ni siquiera se planteaba y eso es una gran paso. Antes se tenia la idea de que todo tenía que estar perfecto. La depresión es una acumulación de cosas no resueltas, un estado añejado de tristeza y de ira, pero también una oportunidad para cambiar lo que nos incomoda o no nos satisface.
Actualmente existe una mayor apertura, se han dejado de lado algunos prejuicios y quizás lo mas importante es que cada vez existen más herramientas y una interesante combinación de técnicas, terapias y alternativas para tratarla y enfrentarla de manera saludable. Esto se debe a que si antes la depresión entraba en el terreno de la demencia, hoy se puede concebir como una oportunidad de crecimiento y autoconocimiento.
El primer paso del proceso de sanación consiste en abrir una ventana de oportunidad, un espacio de claridad para que la persona pueda ver que quiere hacer, si esta dispuesta o no a modificar lo que le hace daño. Sin la disposición de la persona deprimida el médico o sanador no puede hace nada, por eso es muy importante que la persona tenga una mente clara y que desee salir adelante. Un ingrediente fundamental en el tratamiento es el amor con el fin de devolverle confianza a la persona deprimida. La felicidad consiste en tener buena salud y mala memoria. En otras palabras, se basa en la capacidad que tengamos de desterrar lo que nos causó daño y, libre ya de las emociones negativas, podamos ver con claridad lo que necesitamos y como queremos vivir. Es decir en la última instancia de la depresión se nos permite contactar con nuestra sabiduría interna, para de ese modo ser capaces de tomar de nuevo la riendas de nuestra vida.
Fuente: Revista Pshycologies
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